Estar en Buenos Aires es extraño. Volver a Buenos Aires lo es mucho mas aún.
Para empezar, los teclados tienen las teclas tal cual me las enseñaba Ana Mercorelli en las clases de mecanografía y no tengo que darle al alt+1000 números para poner una e acentuada (é) ni la enie (ñ)..
Volver a los pagos supone una serie de petits shocks que no son lo suficientemente notables como para elaborar el tema en profundidad, ni tampoco lo suficientemente pequeños como para abandonar en el olvido.
El primer petit shock tiene que ver con que todo el mundo habla igual que vos. Si. En Montreal, cuando uno escucha hablar en español se emociona, o intenta hacerse el boludo para ver de que sorongo hablan. Y cuando uno escucha una tonada argentina, ni les cuento. Es extraño que todo el mundo hable como uno y que no tenga que adivinar en qué idioma hablará el que está sentado al lado tuyo en el bondi.
El segundo petit shock es como cambian algunos lugares y otros se quedan exactamente igual.
Otro shockito es la variedad de productos que han desarrollado los cerebros (bueh...) de marketing argentinos. Lo que se imaginen, aca lo tienen: Tapas de empanadas saborizadas, aguas saborizadas (5 marcas, al menos) , helados Arcor (de bon o bon, aguila, rocklets...) , hasta gomitas mogul con sabor a crema. Sky is the limit.
Un´autre petit shock es volver a (intentar) hablar el idioma de los taxistas. Mas que shock es un desafio.
Pero el mayor shock de todos es ver como el mundo siguió girando, aunque uno viva a 10.000 km del lugar en donde nació.
M en biei.
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